Por qué Shiatsu
Lo primero que tenemos que investigar es nuestra motivación interna para acercarnos a la formación en masaje. Puede que, inicialmente, el germen sea la curiosidad por el contacto y las ganas de saber cómo hacer un masaje a nuestra familia o amistades. Así, en este nivel básico atenderemos a lo fundamental de todo aprendizaje: la curiosidad y el disfrute. Este objetivo canalizará los esfuerzos a un lugar de distensión y al universo del cuerpo humano. La intuición operará como brújula para saber cómo hacer las primeras presiones e iniciarse en este campo. Asimismo, puede que nuestro camino vital y/o profesional nos impulse a estudiar esta técnica milenaria. De ser así, la mirada será más profunda y exhaustiva, buscando así una interiorización más compleja y enfocada a una práctica no sólo lúdica.
A grandes rasgos, estas dos motivaciones (personal o profesional) nos inician en esta praxis. Desde ahí, los siguientes pasos nos llevarán a escoger la forma en que vamos a aprender. Podemos buscar un curso de iniciación al shiatsu, sea en formato de curso de centro cívico o cultural, sea en formato de introductorio en escuelas dedicadas a la formación académica del shiatsu. Este aperitivo puede convertirse en un curso más extensivo, la formación de 3 años de Shiatsu. Actualmente, hay diferentes propuestas de formación vinculadas a los tres grandes estilos de shiatsu (Namikoshi con Emili Estivill, Zen Shiatsu con Imma Bonet y Shiatsu en Movimiento con David Ventura). En otro artículo veremos las diferencias entre los estilos de shiatsu. Estas tres tradiciones se han ido divulgando en diferentes partes del mundo. En Barcelona y Cataluña contamos con muchas nuevas reformulaciones de esta práctica ancestral con profesionales como Jaume Bort, Cristina Hernando, Pere Aguiló o Jaume Gómez. Normalmente, se tratan de formaciones de tres años intensos en los que nos impregnamos de una base sobre la rutina de contacto. Siguiendo con una formación en nociones elementales de la Medicina Tradicional China, continuando con técnicas concretas de cada uno de los estilos. Todo ello complementado con conocimientos de anatomía y fisiología. Así pues, se trata de una formación práctica (aproximadamente 150 sesiones por dar y recibir) que te lleva a descubrirte como persona, terapeuta y como futuro acompañante a través del contacto.
Cómo hacer sesiones de Shiatsu
Después de analizar el dónde, volvamos al cómo hacer shiatsu. Fundamentalmente, hemos construido nuestro primer piso sobre la motivación y las ganas de aprender. Seguidamente, es básico que nuestro segundo nivel sea la capacidad de recibir y sentir qué es el shiatsu, a saber, recibir muchas sesiones de shiatsu nos permite sentir de fondo cómo funciona esta técnica. Y es que, igual que todo sistema nervioso, antes de emitir una respuesta (saber hacer shiatsu) tenemos que sentir e integrar todas las sensaciones y vivencias que esta terapia nos brinda. De hecho, mi camino en el shiatsu se llega a producir gracias a experimentar los grandes beneficios que ya hemos revisado en otros capítulos. Así, escoger este camino, como todo Do (camino o vía en japonés), tiene que hacerse desde el diálogo entre el sentir y el hacer. Entre recibir y dar. Es este segundo nivel el que a la larga nos conectará con las personas que toquemos, dado que gracias a ello podremos intuir e incluso empatizar y vibrar en la misma frecuencia con lo que está viviendo la persona que está en el futón.
Y con el futón entramos en la parte logística de las sesiones. Es una terapia que se realiza más comúnmente sobre un futón o colchón tipo japonés. Con ropa cómoda y con un ambiente tranquilo. Eso no quiere decir que no podamos hacer un shiatsu en una camilla, o que el terapeuta use aceites esenciales y trabaje con el contacto de la piel o, inclusive, que no se pueda realizar un tratamiento en medio de un congreso empresarial. Cada persona adapta sus capacidades al contexto que le lleva a realizar las sesiones de shiatsu.
Últimas premisas
Por último, que no menos importante, esbozaremos unos ejes básicos sobre el cómo hacer shiatsu (ya si queremos más profundidad, vamos unas líneas más arriba y seguimos las propuestas docentes expuestas). Hablaremos, de entrada, de la capacidad de colocarnos y estar en nuestro centro. Esto significa estar lo suficientemente en forma como para trabajar con las exigencias de la terapia (rodillas normalmente dobladas, hacer presiones intensas, manipular el peso de los pacientes, sostener el desgaste energético a nivel físico, mental y emocional…). Y, a su vez, tener la capacidad para estar para los demás sin abandonarnos ni sacrificarnos. Con este centro claro, me será más fácil cuidarme y, por lo tanto, cuidar. Otro elemento fundamental es el trabajar con el propio peso y evitar esfuerzos innecesarios. De este modo, podremos acompañar el tratamiento evitando un desgaste excesivo, amén de estar presentes en nuestra postura y sin hacer contorsiones que nos lesionen en nuestra práctica. Igualmente clave es la capacidad de estar disponible y escuchar para con lo que nos expone la persona que se viene a tratar. Porque será la manera de hacer un buen contacto con la demanda expuesta, con la persona y sus circunstancias y nos evitará caer en proyecciones, paternalismos y dualidades. Si la persona que se viene a tratar encuentra un espacio de trabajo donde se siente respetado y acompañado, tenemos gran parte del trabajo hecho.
¿Qué me falta para saber cómo hacer shiatsu? Pues después de recibir un tratamiento de shiatsu lo ideal será ser crítico con lo que he vivido y encontrar mi manera de aproximarme a esta maravillosa técnica. Volvemos a ese principio elemental de relatividad e impermanencia de nuestra actual realidad líquida: ¿tiene sentido para mí esta propuesta? ¿me interesa, motiva y alegra? ¿la disfruto viviendo y compartiendo?. A mayor respuestas afirmativas, digamos que mayor será nuestra capacidad para entrar en contacto con el shiatsu. Una vez sabemos lo que es y para qué sirve el shiatsu, hoy vamos a reflexionar sobre cómo hacer shiatsu.